El mejor amigo del hombre 2

04.04.2011 11:03

Capítulo 2:

María se cepillaba los dientes mientras observaba alejarse a Carlos con el perro desde la ventana del baño. Esa noche no podrían entretenerse persiguiendo a los gatos del callejón pues la inesperada visita de la policía había alargado la hora de paseo del mastín hasta pasadas las nueve de la noche, cuando lo habitual era salir justo después de cenar.

Estaban en ello cuando llamaron al timbre, alguien les había llamado por teléfono para quejarse de que Oso no paraba de ladrar y después les colgó sin dejar sus datos ni como localizarlo, así que no se lo tomaron muy en serio pero decidieron venir de todas formas a comprobar si era cierto.

-Deben de tener muy poco trabajo en este pueblo como para andar haciendo visitas tan inoportunas- pensó María con cierta amargura. Estaba triste pues no terminaba de encajar con ninguna de las mujeres de ese lugar y para colmo no se atrevía a decirle a su marido que volvía a estar embarazada. -Quizás me hayan hecho un favor despues de todo, pues cuando vuelvan estaré tan dormida que no podremos hablar de nada hasta mañana.

Sabía de sobra que se engañaba a sí misma, hacia ya una semana que el médico le había confirmado su embarazo y desde entonces no conseguía conciliar el sueño más de un par de horas seguidas. Cada vez que cerraba los ojos volvía a verse en la cama de aquel hospital, con Carlos llorando a su lado la pérdida de su hijo nonato. Ese aborto a causa de su caida por las escaleras de la nueva casa les marcó muchísimo a los dos, hasta el punto de separarse un par de veces en los dos últimos años. Pero siempre habían vuelto y ahora le angustiaba enormemente el no saber como se tomaría él la noticia de que otro bebé venia en camino.

-Quizás al saber de ti esté de acuerdo en que nos mudemos de nuevo...- con la mano en el abdomen la joven empezó a cantarle a su futuro bebé con el objetivo de lograr unos instantes de descanso. En silencio le contaba a su pequeño sobre el jardín y le prometía que papá le construiría una casita en el árbol más fuerte y robusto de este.

Una voz interior la sobresaltó. Por un segundo sintió la urgente necesidad de gritar a pleno pulmón como cuando era una niña y las monjas la encerraban en la buhardilla del convento en el que creció. Pasaba horas entre trastos viejos y completamente a oscuras pues las ventanas estaban tapiadas como castigo por hacerle caso a esos seres malignos que le hablaban dentro de su cabeza. Hasta que poco a poco aprendió a jugar sin darse golpes contra los muebles y a mandarles callar hasta el punto de hacerles desaparecer durante años pero al parecer tanto esfuerzo por parte de las hermanas no había servido de nada pues aquí estaban de nuevo y más fuertes que nunca.

La que más gritaba le decía una y otra vez -Escóndete en el armario- más bien lo arañaba en su cabeza, lo sentía, lo veía. Era como un enorme letrero led en rojo estallando en el interior de su cerebro que hacía que sus neuronas girasen descontroladamente a la par que su corazón. Entonces supo que si no obedecía inmediatamente moriría esa misma noche. Otra de esas voces le susurró que Carlos estaba a punto de volver y que a él no le daría tiempo de llegar hasta el armario.

—————

Volver