El mejor amigo del hombre 7

06.08.2011 17:32

Capítulo 7

Aquella parecía una mañana como cualquier otra. Después de treinta años lamentándose por un error, Julio decidió que ya era hora de abandonar esos hábitos que tanto daño le hacían. Sus manías y excentricidades, creadas con el único fin de calmar su atormentada conciencia, le habían llevado a convertirse en el ser más odiado de todo el pueblo. Poco quedaba ya en él de ese joven fiscal que en otros tiempos era respetado y admirado por todos. Guapo e inteligente pero a la vez tan arrogante y estúpido. Nunca dejaría de lamentarse por ello.

Recordaba perfectamente el momento exacto en el que todo se torció, aquella también parecía que iba a ser una mañana como cualquier otra. Pero no fue así. Igual que tampoco lo seria esta, ya que instantes después se encontraba yaciendo sobre el suelo de la cocina a la vez que de su yugular seccionada brotaba la sangre sin control.

Si hubiese podido exhalar un suspiro de alivio, reír ante la ironía de su muerte. No necesitaba verle la cara para saber de quién se trataba. Cuando le adoptó conocía perfectamente su historia. Quizás mejor que nadie, ya que el mismo estaba convencido de que la culpa de la existencia de ese monstruo con cara de ángel era completamente suya. Y entonces comprendió que el hecho de haber sido asesinado por su  propia víctima le daría la paz suficiente consigo mismo como para poder abandonar esta vida tranquilo a pesar de su metedura de pata. Ya nada más podía hacer por el que una vez fue su hijo, solo esperar que la carta estuviese en las manos adecuadas. Realmente había sido una afortunada casualidad el que, a pesar de todos los esfuerzos de Valeria por separarlos, hubiesen acabado viviendo uno frente al otro.

Lo último que le pasó por la cabeza antes de morir fue el recuerdo de su mirada el día en que la abandonó. Era la segunda vez que le salvaba la vida, Valeria le perdonó su primer engaño pues el delatarle no solo habría supuesto su condena de muerte sino también la destitución inmediata de ella y el fin de su prometedora carrera. Pero estaba seguro de que no le permitiría vivir lo suficiente como para convertirse en un obstáculo así que decidió que eso era lo mejor que podía hacer por la niña.

Años después aun sufría pesadillas en donde las escasas posibilidades de ser reconocido en algún encuentro casual se hacían muy reales. En ellas, Valeria y el resto descubrían la verdad. La pequeña y él eran perseguidos, atrapados y ejecutados sin piedad.

Ahora, cuando está a punto de morir de una forma que jamás se ha atrevido a imaginar, desea con toda su alma justo lo contrario. Quiere que ella le recuerde y entienda el porqué. Está seguro de que, con esas armas en sus manos, el bien triunfará y su alma podrá por fín descansar en paz.

 

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