El mejor amigo del hombre

28.03.2011 12:42

Capítulo 1:

Con cuidado de no ser descubierto volvió a mirar por la ventana, no le convenía que esos indeseables asociaran la visita de la policia, que en ese mismo momento permanecía aparcada en su puerta, con él.

Ya no solo se trataba de la música alta o los insoportables ladridos de ese chucho apestoso. Había llegado a la conclusión de que esa gentuza le odiaba y deseaba su muerte. Incluso estaba convencido de que le hacían algún tipo de magia negra o vudú porque en muy poco tiempo todos sus planes y proyectos se habían visto truncados sin ninguna razón aparente de ser, excepto por supuesto, el odio que sus vecinos sentian por él.

Su mente perturbada imaginaba mil y una maquiavélicas venganzas en contra de esos sucios hippies. Solo que él las llamaba acciones de justicia divina pues desde hacía ya un tiempo había llegado a la conclusión de que él era la reencarnación de un dios. Pues de que otra manera se podría explicar que desde hace más de una decada hubiese estado alimentandose de la energia vital de sus víctimas, sin que en ningún momento la justicia terrenal hubiese ni siquiera sospechado de él.

Recordó con nostalgia su primera vez. Tenía tan solo diez años y sus padres dormían plácidamente en la habitación de al lado. Ajenos a lo que estaba a punto de ocurrirles. Con sigilo se deslizo hasta la cocina y abrió el cajón donde su madre guardaba los cuchillos. Eligió uno pero lo desecho, pesaba demasiado y su aguda inteligencia le indicó que no podría llevar a cabo sus planes sin darles un razonable margen de tiempo para defenderse. Necesitaba algo más pequeño y manejable.

Primero degolló a su padre y una vez estuvo seguro de que estaba muerto se encargó de su madre. No fué muy dificil pues ella utilizaba somníferos para dormir y esa circunstancia le facilitó enormemente las cosas.

El resto, recordó con placer, fué bastante fácil. La policia ni siquiera se planteó que esa criatura que permanecía inmovil, envuelta en una manta en el asiento trasero del coche patrulla, traumatizada por la perdida de sus adorados papás, hubiese tenido algo que ver con la masacre que acababa de suceder en esa casa.

Con resignación, siguió observando las luces parpadeantes de colores en la puerta de la casa de al lado durante un buen rato. Cualquier tiempo pasado fué mejor. Pero ya les enseñaría él. Seguro que ese policia gordo y grasiento que en ese instante se apoyaba en la parte delantera del coche patrulla echaría hasta la primera papilla cuando descubriesen lo que tenía pensado hacerle a esos. Cuanto deseaba que llegase ya ese momento, lo disfrutaría como si fuese de nuevo su primera vez. En especial porque gracias a esos intrusos y su poderosa magia, sus últimos dos intentos habían resultado un autentico fracaso.

En ningún momento se le ocurrió, a pesar de su brillante inteligencia, que su exceso de confianza y tan solo eso hubiera podido ser el causante de sus errores. Tal era su ansia por matar a sus enemigos que en ese mismo instante se habría arrancado los ojos a si mismo a cambio de ver morir primero a esa perra que tantos sentimientos había descubierto en él.

Primero le hizo sentir culpable por matar a cientos iguales a ella y ahora pretende que sienta terror ante la idea de entrar en su casa y cortarla en pedacitos junto a su novio y a su perro. Pero no se va a salir con la suya, él es un ser de otro mundo, un Dios, el dios de la vida y la muerte.

-Solo yo elijo quien merece mirarme a los ojos- susurró al amparo de la penumbra de su salón mientras empezaba a temblar ante la idea de como sabría la esencia vital de esa mujerzuela a la que iba a matar esa misma noche, en un par de horas, cuando estuviese dormida sin imaginar lo que le esperaba ni posibilidad alguna de defenderse de su inevitable destino. 

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